Anhelo

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MENCIÓN ESPECIAL II CONCURSO LITERARIO DE LA VOZ SILENCIOSA

ANHELO, DE FANY Anhelo, de Fany Roberto

Se levantó entusiasmado, se metió a la ducha, escogió sus mejores prendas y se perfumó. Ya en la cocina se preparó un café, al abrir el refrigerador encontró un pequeño pastel con una nota que decía: Feliz cumpleaños papá, te amo. Unos golpes en la puerta lo hicieron saltar, al abrirla un niño regordete y muy sonriente lo abrazo diciéndole ¡Felicidades abuelito!

Roberto cuidadosamente se agachó y lo abrazó fuertemente. La madre del niño, su hija, con un ramo de flores en la mano, lo miró, sonrió y se fundieron en un fuerte abrazo. Después de unos segundos, por fin, se soltaron y tomados de la mano entraron a la casa. Más tarde su hijo mayor llegó, se acercó a abrazar a Roberto y susurró ¿Te ha gustado el pastel?

Roberto se sentía feliz rodeado de su familia. ¿Qué le podía faltar? Agradecía esos momentos, mirar a su pequeño nieto lo llenaba de vida; sus hijos, grandes profesionales le hacían sentir cómo sí el pecho se le inflara. Él recordaba todo el sacrificio que había hecho para sacar a su familia adelante; y ver a sus hijos felices y realizados lo llenaba de orgullo.

De pronto, un golpe en la puerta hizo saltar a Roberto. Era la enfermera del asilo que llevaba las pastillas de su tratamiento. Él se encontraba sentado frente a la ventana, secó sus lágrimas, por un momento apagó esos pensamientos, esos anhelos que cada año pedía, como gritos desgarradores que salían de lo profundo de su corazón.

Para ingresar al asilo los visitantes tenían que cruzar un parque, para después girar a la derecha y así entrar por la puerta principal. La rutina de Roberto consistía en sentarse frente a la ventana, esperando que algún día pudiera mirar a sus hijos cruzar. Cuando la enfermera se fue, él siguió mirando por la ventana, una sonrisa se dibujó en sus labios.

Miró a dos adultos con un pequeño que comenzaba a dar sus primeros pasos, la familia reía celebrando la hazaña de aquel pequeño. Para Roberto era como mirar esas escenas vividas con su familia, los recordaba con alegría, sin embargo, sólo duraba unos minutos, después la desesperanza lo invadía. La noche llegó, ya en su cama sólo le quedó cerrar los ojos y esperar a que el sueño lo venciera para poder soñar con lo que tanto anhelaba.